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Conducta El Comportamiento Excesivo

El  Comportamiento Excesivo

"Se le llama persistencia cuando se ha tratado en
forma inconsistente un comportamiento consistente"

Abram Amsel (1971)

Parte 1. El comportamiento compulsivo

En los perros se han identificado muchos hábitos compulsivos y de tipo ritual: éstos incluyen el comer en forma compulsiva (la hiperfagia), la pica, el lamido excesivo (que se dirige hacia el piso, los muebles o las manos),el hociquear la comida, cavar, montar, ladrar, caminar ida y vuelta en forma desapacible, correr hacia las cercas y otras demostraciones agresivas aberrantes. Algunos de los perros afectados sufren de dermatosis psicogénicas, pues se lamen en forma compulsiva los miembros inferiores y las patas (dermatitis acral de lamido o DAL) hasta causarse las lesiones; otros, se chupan los costados en forma monótona [un hábito muy común entre los Doberman (ver fig. 5.1)] y algunos parecen hipnotizados por moscas fantasma o pueden aventarse contra y chasquear la mandíbulas hacia manchas de luz en la pared. Cuando los perros  han sido retirados de la madre desde muy pequeños pueden verse expuestos a desarrollar costumbres compulsivas y estereotipadas como lo son el chupar y amasar una cobija, compulsión que aparece con frecuencia  y dura hasta después de la pubertad. En fin, ciertas razas muestran una tendencia más frecuente hacia los problemas de compulsión - por ejemplo, los “bull terrier” y los pastores alemanes, que se corretean la cola  y los cobradores de tipo labrador que presentan la DAL, lo cuál sugiere que un factor genético  predispone a cierto tipo de perros a desarrollar estos hábitos.

Definiciones

En los últimos años se ha prestado una atención creciente a las alteraciones compulsivas del comportamiento de los animales domésticos. Algunos autores, de modo desafortunado, han tomado en préstamo el término psiquiátrico de desorden obsesivo compulsivo (DOC), para describir una condición análoga observada en el perro (Luescher et al, 1991; Overal, 1992 a-c); esta terminología,  propia de la psiquiatría, se encamina aparentemente a enfatizar la gran semejanza entre el DOC del humano y los rituales estereotípicos y el comportamiento repetitivo compulsivo que exhiben los animales domésticos. Rapoport e Ismond (1996) definen a las obsesiones, en su Guía de Entrenamiento  para el Diagnóstico de las Alteraciones de la Infancia DSM –IV de la siguiente manera:

  1. Presencia de pensamientos recurrentes y persistentes, impulsos o  imágenes, que se hubieran presentado en algún momento durante el desorden en forma entrometida e inapropiada, y que hubieran causado una marcada  ansiedad o un gran sufrimiento
  2. Los pensamientos, impulsos o imágenes no constituyen  simplemente  una preocupación excesiva acerca de los problemas que presenta la vida real.
  3. La persona intenta ignorar o suprimir sus pensamientos,  impulsos o imágenes o neutralizarlos mediante algún otro tipo de pensamiento o de acción.
  4. La persona reconoce que los pensamientos  obsesivos, los impulsos y las imágenes son un producto de su propia mente y no son impuestos desde fuera o insertados en ella (230).

Aunque los perros pueden presentar “obsesiones” en la misma forma que los humanos que sufren de DOC, en éstos no se puede confirmar  su posible existencia por medio de un reporte directo, ni se puede cuantificar por medio de algún método científico existente en la actualidad; por lo tanto, si uno se refiere al comportamiento compulsivo que muestra el animal como “obsesivo”, ello resulta antropomórfico en exceso y posiblemente engañoso. Se emplea, por lo tanto, en la discusión que sigue, el término de alteración compulsiva del comportamiento (Fox, 1963), con el objeto de evitar este tipo de confusión.

Los rituales y los comportamientos repetitivos se observan a menudo en los animales del zoológico o de laboratorio que han sido confinados en un espacio que no conviene a sus necesidades; estos animales a menudo se ocupan en diversas actividades estereotípicas como el caminar ida y vuelta en forma rítmica y monótona, mecerse (como el chimpancé), dar vueltas sobre sí mismo, asearse en exceso o tratar de  consumir objetos no nutritivos (como sucede en la pica). Puesto que el comportamiento compulsivo a menudo ocurre en respuesta a un despertar aumentado en especial por la frustración, se ha sugerido que pueda cumplir una función de aminorarlo; de hecho, diversos estudios realizados en humanos y animales domésticos muestran que el comportamiento repetitivo y compulsivo disminuye el ritmo cardiaco (Seo et al, 1998). Algunos de los comportamientos compulsivos parecen involucrar una conducta agresiva dirigida hacia el propio cuerpo del animal, que se  a menudo se lesiona (Jones y Barraclough, 1978); el despertar de la frustración funciona para implantar el comportamiento agresivo y los autores se basan en esto para considerar que los ataques auto-dirigidos puedan ser motivados por la agresividad. A menudo uno se refiere a los comportamientos repetitivos compulsivos como estereotipias; Kuo, (1967), sin embargo, considera que, hablando en sentido estricto, los comportamientos estereotípicos no existen:

Ningún animal responde dos veces al mismo estímulo exactamente en la misma forma. Es posible que un observador piense que el caminar  ida y vuelta desapacible de un zorro o un lobo del zoológico sea estereotipado; pero si uno mide el caminado del animal, encontrará que no hay dos movimientos que cubran exactamente el mismo terreno ni que  involucren la misma neuromusculatura, consuman la misma cantidad de energía o presenten los mismos gradientes implícitos [ o sea, la misma organización motivadora interna]. (100).

Es por lo tanto importante especificar, de partida, que cuando utilizamos el término de estereotipia, lo empleamos en un sentido menos formal que el que  le da Kuo y que denotamos un alto grado de regularidad, repetición e inflexibilidad; la palabra estereotipia se refiere a un patrón relativamente invariable de un comportamiento compulsivo, que a menudo ocurre bajo condiciones que no son naturales y que implican diversos grados de sufrimiento (esto es, de conflicto y frustración). Los estereotipos generalmente comprenden comportamientos habituales como son las actividades apetitivas, locomotoras o el auto-aseo, pero que ocurren fuera de contexto, en exceso o en forma exagerada. Los elementos específicos de un ritual estereotípico comprenden comportamientos repetitivos y compulsivos que se entrometen e interfieren con las actividades normales o que lesionan al animal, como por ejemplo, la auto-mutilación. En fin, las estereotipias son relevantes en cuanto a que son típicas de una especie y presentan formas similares en animales de la misma: por ejemplo, el morder el comedero (pesebre) es una estereotipia que se observa a menudo en los caballos cuando están angustiados; los animales afectados muerden los compartimentos de madera y los postes en forma persistente y compulsiva, a la vez que parecen estar sorbiendo el aire. Los perros no muerden el comedero pero en cambio, pueden lamerse hasta presentar llagas en el carpo o mutilarse la cola al estarla persiguiendo. Las formas de estereotipia observadas son diversas en ambas especies, a pesar de que pueden estar cumpliendo una función similar.

Etología

No se entiende por completo la etología del comportamiento compulsivo en los perros; sin embargo, se han identificado varios factores de riesgo importantes. Se reportan con frecuencia comportamientos compulsivos en aquellos perros que sufren de estrés por el confinamiento excesivo, que han tenido una privación sensorial notoria (por ejemplo, el aburrimiento o una falta de ejercicio adecuado), que no se les hubiera proporcionado un entorno social o estímulos suficientes o que hubieran estado expuestos a un ambiente demasiado conflictivo. Los patrones estereotípicos de comportamiento se pueden presentar como  resultado de factores estresantes neurobiológicos; por ejemplo, se ha observado que perros hiperquinéticos, bajo un tratamiento prolongado de anfetaminas, empiezan a mascar ruidosamente o ladran en forma espontánea. Las manifestaciones compulsivas aparecen también en perros muy excitables o nerviosos sin que se puedan identificar las causas precipitantes externas o los factores de estrés, lo cual sugiere que existe una predisposición genética subyacente a algunas de las alteraciones compulsivas de la conducta. Una vez que se instala el comportamiento compulsivo, la frecuencia y el rango de contextos en los cuáles se presenta pueden aumentar y ampliarse al paso del tiempo; esto hace imperativo establecer un diagnóstico temprano y un tratamiento adecuado. (Hewson y Luescher, 1996).

La carencia ambiental y el sufrimiento

Los perros pueden mostrar un comportamiento compulsivo cuando se los confina en exceso o cuando carecen de una cantidad adecuada de ejercicio, contacto social o estímulos sensoriales. Melzack y Scott (1957)  han  descrito el caso de “terriers” escoceses de 9 meses de edad, que fueron expuestos durante 7 meses a un aislamiento sensorial y social casi completo (éste se inició a las 4 semanas y se terminó a los 8 meses de edad). Los perros expuestos a condiciones restrictivas durante su crianza mostraron una variedad de deficiencias motrices, excitabilidad aumentada y un comportamiento desorganizado “salvaje y sin sentido”; también mostraron fuertes diferencias en cuanto a aprender a evitar ciertas situaciones cuando se los comparaba con los perros testigo, que se habían criado en forma normal: cuando se les efectuaban estudios de respuesta nociceptiva (al dolor), los perros criados en aislamiento se acercaban en forma repetitiva a un cerillo encendido, aunque se quemaran una y otra vez. Se ha culpado a la restricción de larga duración y al aislamiento social durante el desarrollo,  del comportamiento de los perros de correr en círculos y de dar vueltas sobre sí mismos Fisher, (1955); Thomson y sus colaboradores (1956) encontraron que 8 de 11 “terriers” escoceses criados bajo condiciones de restricción, desarrollaban el hábito de girar sobre sí mismos, vocalizar intensamente, morderse la cola y gruñir entre dientes y estas manifestaciones podían durar hasta 10 minutos por vez. Algunas razas parecen estar predispuestas a desarrollar la compulsión de girar en esta forma: el “bull terrier” inglés, por ejemplo, desarrolla con facilidad este cuadro, además de que presenta auto-mutilaciones (Dodman et al, 1993; Blackshaw et al, 1994). Hewson y Luescher (1996) también observaron que el pastor alemán presenta este hábito con más frecuencia que otros perros, aunque el corretear y morderse la cola pueden ocurrir en gran variedad de razas.

El comportamiento de vacío

¿En que forma se podría interpretar este comportamiento? Los etólogos anteriores habían propuesto que este tipo de conducta era una forma de conducta de vacío que ocurría en condiciones de gran confinamiento, en las que gradualmente pueden aumentar y dispararse diversas presiones que empujan al perro incluso a la agresión repentina; estas presiones aparecen de repente, a causa de objetos o estímulos que no son los habituales y el comportamiento se presenta sobre todo en situaciones en las que no existen las salidas normales o las oportunidades de reducir los impulsos hacia la actividad. El comportamiento de vacío irrumpe al parecer en forma espontánea, a causa de las tensiones frustradas de un impulso interno, que no encuentra otra forma de expresión adecuada. Cuando el comportamiento de vacío es motivado por una agresión, adopta con frecuencia la forma de girar sobre sí mismo y la agresividad se dirige al propio organismo (Lorenz, 1981).; por lo tanto, es posible que este comportamiento no sea una compulsión motora del todo neutral, sino que sea una conducta de vacío agresiva dirigida contra el propio cuerpo. Esta interpretación es consistente con la descripción que hacen Thomson y sus colaboradores (1956), entre otros, de los giros que dan estos  animales:

El girar sobre sí mismo se puede describir como sigue: un correr en círculo cerrado de manera muy rápida y con jalones; se acompaña de un aullar agudo y angustioso, ladridos, gruñidos y chasquidos hacia la propia cola, la que también se muerden. Este cuadro puede durar desde 1 hasta 10 minutos y es precedido, en general, de ciertos signos característicos: de repente el perro deja de moverse y alza la cabeza y el lomo, como si se estuviera mirando la cola; empieza a gruñir en forma rencorosa y los ojos se le ponen vidriosos; estos signos pueden continuar durante uno o dos minutos, pero aumentan en intensidad hasta que ocurre el ataque total (939).

Swedo (1989) propone que el comportamiento compulsivo puede resultar de un patrón fijo de actividad (PFA)  y de una liberación disfuncional:

Los rituales obsesivo-compulsivos pueden verse como patrones de acción fija que no se han  liberado en una forma adecuada. A través de nuestro trabajo con más de 200 niños y adultos, hemos llegado a considerar cada vez más, que éste es el caso de los DOC; por ejemplo, los pacientes obsesivos que verifican una y otra vez que la cafetera esté desconectada, parecen seguir de un modo idéntico cada patrón de verificación. Su comportamiento es perfecto, pero después  de la primera verificación resulta ineficaz e inapropiado. Si uno quiere buscar el modelo etológico, uno debe desde luego preguntarse cual es el estímulo que desencadena los DOC- ¿es de naturaleza interna ( o sea de tipo químico) o externa (o sea debida a un estrés ambiental)? ¿en que forma desencadena este estímulo un patrón ritual de acción fija? (273).

Tiene sentido interpretar los desórdenes compulsivos de la conducta como adaptaciones, típicas de la especie, al conflicto o a la frustración persistentes, dado su rango estrecho y su especificidad. Un mecanismo de liberación puede volverse defectuoso bajo la influencia estresante de una frustración o conflicto adversos y hacer que los perros predispuestos repitan, en forma inapropiada,  circuitos de conducta rígidos y persistentes. El comportamiento compulsivo patológico parece darse en forma independiente del control voluntario y de las expectativas normales. Los hábitos compulsivos, al igual que el comportamiento instintivo, se vuelven progresivamente rituales, estereotipados y automáticos y esto es consistente con la interpretación de que existe un patrón de acción fija.

Las compulsiones normales comparadas con las anormales

Es razonable preguntarse si este comportamiento es en verdad aberrante bajo condiciones ambientales extremas y adversas o constituye simplemente una respuesta de adaptación a este tipo de medio. Mugford (1984) escribe acerca del dilema diagnóstico en cuanto al comportamiento del giro:

Una especie tan heterogénea como el perro, criado en diversos ambientes y situaciones sociales, presenta una variación aún mayor [que el ratón de laboratorio]- así que uno corre el riesgo de generalizar acerca del comportamiento de los gatos y perros, pues mientras mayor el conocimiento que tenemos de ambas especies, menos apropiado parece el término de “anormal”; por ejemplo, el “girar sobre sí mismo” ocurre con frecuencia en forma estereotipada en perros confinados, pero con poca frecuencia en perros en libertad o en ambientes domésticos- Si se examinan las opciones que tiene a su alcance un perro encerrado en una perrera, se ve que el movimiento restringido y el contacto social reducido hacen de este giro un comportamiento muy apropiado al  ambiente, pues implica un estímulo vestibular, atrae la atención del personal de la perrera y ciertamente no es, en este contexto, un comportamiento anómalo (134).

De acuerdo con Fox (1974), muchas conductas compulsivas compensadoras tienen como meta  el de resolver un conflicto interno u otro tipo de despertar de la ansiedad:

El sujeto puede compensar la falta de un estímulo variado del medio ambiente cuando crea un ingreso [de información] apropiado,  elabora actividades motrices estereotípicas o  dirige las mismas hacia objetos inapropiados (tal como el copular con el plato de la comida). Las actividades motoras estereotípicas (el chupar el dedo, abrazarse a sí mismo y columpiarse ida y vuelta, en los primates) que se desarrollan cuando el animal está en aislamiento, pueden efectuarse cuando el sujeto se encuentra en un ambiente nuevo y servir para reducir el despertar de la ansiedad, porque significan actividades familiares que le brindan alivio (72-73).

Hewson y Luescher (1996) arguyen que la mayor parte de los comportamientos compulsivos pueden rastrease hasta situaciones conflictivas que involucraron un alto grado de despertar frustrante y, en forma subsiguiente, la conducta se “emancipó” del contexto original y se expresó en situaciones en las que el perro se veía bajo la influencia de una gran excitación o estrés; obviamente es difícil trazar una línea definida que permita distinguir lo “normal” de lo “anormal”.


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